Por José Miguel López de Haro
Acaban de terminar los estudios en la Escuela de Música Reina Sofía. Ante ellas se presenta la incierta vida profesional. Han sido premiadas y reconocidas. Tocan bien. Les pregunté por el nombre del grupo, Cuarteto Óscar Esplá, pensando en alguna vinculación con el alicantino asentado en la Glorieta de Embajadores de Madrid. Fue el azar el que les dio nombre, lo eligió la escuela aleatoriamente.
Presentaron, en el Festival de verano de Villaviciosa de Odón, un programa con dos cuartetos, el 19 de Mozart y el número 3 de Shostakovitch. Tampoco existe relación entre ambos. La violinista Patricia Cordero los presentó y contextualizó de manera precisa.
Hicieron un Mozart simpático, aunque brillaron con Shostakovitch. Normalmente suele ser al revés, por eso estas mujeres pueden dar mucho qué hablar. La obra es de 1946, fue la única que el de San Petersburgo compuso ese año. Supieron captar perfectamente su lado sombrío post-bélico contrastándolo con los momentos de euforia que se suponía iban a llegar. Es una obra exigente, no tanto por el virtuosismo como por sus matices, como cuando pide un ppp (muy piano) al terminar el quinto movimiento final.
Hubo una parte del público que quiso hacerse notar y aplaudió al final de cada movimiento, sobre todo con Mozart. A nadie le amarga un dulce. Algunas intérpretes se lo tomaron a bien, aunque este tipo de aplausos a destiempo suele desconcentrarles. A mí también. Por aplaudir fuera de lugar no se es mejor aficionado, más bien todo lo contrario.