Por Javier Royo Fernández, vecino de Villaviciosa
Cada vez que entro en el pueblo y veo el cartel de «Villaviciosa, ciudad universitaria», me dan ganas de reír. La presencia de una universidad privada en nuestro municipio aporta estudiantes, alquileres y movimiento en los bares y restaurantes. Pero el centro neurálgico de una vida universitaria es la biblioteca. Nuestra biblioteca más emblemática, la del Coliseo de la Cultura, no es propia de una «ciudad universitaria», sino más bien de una aldea con ínfulas de grandeza.
Llevo años viniendo a escribir aquí y desde que tengo memoria, el mismo fluorescente de los puestos de lectura está roto. A él se han ido uniendo otros, amenazando, si el contagio se prolonga, con dejarnos a oscuras en invierno. ¿Enchufes? Para la mitad de los usuarios, y eso en la sala de préstamo, porque en la más grande hay, literalmente, tres regletas. Lo dicho, venga usted con el ordenador cargado de casa y con una linterna a trabajar a la biblioteca de esta humilde aldea universitaria.