El fallecimiento del escritor Antonio Ferres tiene un significado muy especial para ACUA. El autor de La piqueta fue el primer asistente a un ciclo de café-coloquios que organizó ACUA en La Casita durante el año 2006. Veinte invitados tuvimos la fortuna de disfrutar de su experiencia vital y literaria gracias al relato en directo de uno de los representante más importantes de la literatura española de la segunda mitad del S XX. Todo ello sazonado con unas copas.
ACUA lamenta profundamente su fallecimiento y envía un abrazo sentido a sus familiares.
HA MUERTO ANTONIO FERRES, ESCRITOR
Por Enrique Ferres Benedito
La muerte de Antonio Ferres el pasado 11 de abril representó su último acto de rebeldía. Fue el confinamiento y no el virus quien lo ahogó en su habitación de Cuatro Caminos. Creíamos que un “animal fieramente humano” de 96 años, movido por un torbellino intelectual de efecto continuo, iba a ser eterno… En su rebeldía crónica combatió contra el dictador en los 50; contra una democracia que no cerró heridas; contra el brutal Australopithecus que aún somos (como nos recordaba en cada sobremesa). Su persona y su obra buscó, pues, siempre un exilio; con La piqueta, Caminando por Las Hurdes, Los vencidos, La inmensa llanura, con la elocuente Memorias de un hombre perdido. Y lo buscó como profesor en México, Estados Unidos, Senegal; como corresponsal en la URSS; como Max Estrella en Madrid, en Orcasitas (“Homero de Orcasitas”, como alguien le llamó). Caí en la tentación, como filólogo recién titulado en la Complutense, de encasillarle con mi trabajo “El cuento en la generación del medio siglo” (a él y a sus amigos, Grosso y García Hortelano; pero a ninguno les pareció mal). Pasado el tiempo, sé que mi tío Antonio voló libre por las generaciones y los movimientos literarios: de todos probó y en todos fue un maestro.
Escribió hasta el final de sus días; este fue su último poema, y el dibujo es un homenaje que mi amiga Eva Iglesias Bilbao le hizo:
AÑO 2020
Por las arboledas del Tamarit
han llegado los perros de plomo…
F.G.L.
Habíamos olvidado
que a pesar del buen augurio
de los idus de marzo
ese día asesinaron a César.
Pero sobre todo habíamos olvidado
que era el equinoccio de primavera
—cuando las noches se hacen iguales
a los días—.
Sabíamos que en los parques cerrados
no podían entrar los niños
por la gran epidemia del coronavirus
que parecía asolar el mundo
pero que dentro retoñaban los árboles
y revoloteaban las mariposas.
Teníamos miedo
aunque en lo hondo de la memoria
sabíamos todos los hombres
que pronto triunfaría la vida
y que las ciudades arderían de festejos.
A.F. Marzo, 2020